RAFAEL DÍAZ
miércoles, 12 de octubre de 2011
ESFOTO 11
LA TARDE EN QUE LO LLEVARON A CONOCER EL HIELO
CENTRO CULTURAL DE LA EMBAJADA DE ESPAÑA, SAN SALVADOR
«Fotografía contemporánea de El Salvador» es un subtítulo complicado, entre otras cosas porque está referido a un contexto de escasa producción fotográfica, lo que resulta una afirmación contradictoria en un momento en el que este medio de expresión pasa por una híper-producción generalizada que, por supuesto, no excluye a nuestro país. Pero esta situación cambia mucho cuando hablamos de «foto de arte» o fotografía de autor. La diferencia está en la intención, y es precisamente ahí que se centra esta exhibición, presentando proyectos que desde una perspectiva contemporánea intentan construir una narrativa personal, lejos del «efecto mariposa» o el paradigma de National Geographic tan abrazado por la fotografía de club-aficionado. Se trata de artistas que trabajan la fotografía como un vehículo para expresar contenidos, que en algunos casos pasan por el performance, el video, el objeto y la pintura entre otros.
Parafraseando a Gabriel García Márquez, el título de esta exhibición se refiere al instante justo en que la memoria de un condenado le devuelve una imagen mágica, fantástica; un recuerdo que se ha quedado por ahí grabado, nada especial, más bien algo sencillo: el momento en que siendo un niño su padre lo llevó a conocer el hielo. Un juego de palabras que, a manera de metáfora, ubica los argumentos conceptuales de los artistas frente a un paredón en donde el hielo son las obras de arte, el pelotón de fusilamiento es el público y el artista el instigador. Este título no da pistas, no responde, no aclara; pero después de ver la exhibición, seguro deja a más de alguno con ganas de disparar.
RAFAEL DÍAZ: EXITUS
Medico de profesión y artista por convicción, Rafael Díaz desarrolla una obra que gira en torno a su experiencia y cercanía con enfermos terminales portadores del Virus de Inmunodeficiencia Adquirida. La muerte es, por ende, parte de su día a día, algo con lo que esta muy familiarizado y que lo ha llevado a reflexionar sobre su naturaleza en la serie Exitus, término latino que significa «salida» y que en medicina se emplea como simplificación de la expresión más correcta exitus letalis, que literalmente significa «salida mortal» o «proceso hacia la muerte». Su uso en medicina forense es para cerrar las historias clínicas de aquellos pacientes cuya enfermedad había desembocado en la muerte.
En esta muestra, Rafael propone dos piezas sumamente sugerentes. La primera, un cuerpo tendido entre sedas blancas que nos recuerda la figura sin vida de Lázaro en el nuevo testamento; y, la segunda, un perfil que, aun cumpliendo con los cánones de iluminación y composición del retrato clásico, no es capaz de revelarnos la identidad del modelo; asumimos esto como parte del juego con el que este artista se mueve entre el arte antiguo y el arte sacro, una estrategia que con frecuencia lo lleva a revisitar la imaginería religiosa de los siglos XVI y XVII.
viernes, 25 de febrero de 2011
domingo, 2 de enero de 2011
SERIE PLUS: ANTIRRETROVIRALES
Con 34 millones de personas afectadas y más de 25 millones de muertos desde el primer caso en 1981, el SIDA sigue siendo una de las mayores lacras de la Humanidad. Mientras que en el primer mundo se dispensan tratamientos eficaces para frenar el curso de la enfermedad, permitiendo a sus afectados llevar una vida normal, la plaga del SIDA sigue azotando a los países más desfavorecidos y sin recursos para combatirla, donde su contagio es una sentencia de muerte prematura para miles de personas cada día.
La serie “Antirretrovirales” plantea una reflexión acerca de la limitada accesibilidad a los tratamientos, y sus devastadoras consecuencias para quienes no tienen acceso a ellos. En unos casos, los medicamentos se presentan en abundancia, y en otros como preciados artículos de lujo tras un escaparate infranqueable que restringe el acceso a unos pocos privilegiados. La dualidad entre primer y tercer mundo: vivir con SIDA o morir de SIDA, calidad de vida o sufrimiento, esperanza o condena.
SERIE PLUS: ANTIRRETROVIRALES
En el trabajo de Rafael Díaz, intachable defensor de la fuerza comunicativa de la fotografía, el arte, la ciencia y el devenir del hombre se entrelazan de forma inextricable. En el punto culminante del dramatismo que plantea una problemática social actual como es la no accesibilidad a los tratamientos antirretrovirales en las personas con VIH/SIDA, plasma el encuentro de la enfermedad y el paso del hombre a través de ella, de modo que los atributos de una van al encuentro de los del otro hasta llegar a asociarse entre sí. Pretende dar testimonio del mundo de una forma honesta y sutil, sin renunciar a un cierto distanciamiento. El drama adopta rasgos de la regularidad humana, de la brutalidad política y de la artificialidad. También resulta al mismo tiempo sagrado y profano. Sin pasar por alto los pequeños detalles, crea un mensaje: en este mundo ambiguo, los hechos logrados de forma artificiosa funcionan como realidades naturales, la falta de accesibilidad a los medicamentos es una realidad viva en partes de un mudo que llamamos global. Acceso que mejoraría la condición humana, la enfermedad. Sus historias serán contadas como por un silencioso observador de paso, fugaz, efímero, historias que reflejan su estado interior, sus sentimientos, sus experiencias emocionales como médico especialista en VIH/SIDA. La aparente ligereza y sencillez de las equilibradas composiciones se alcanzan mediante una mezcla bien calculada de distintos elementos. Para Rafael Díaz el arte representa una correspondencia simbólica de la capacidad humana más profunda y más marcada: casi de igual importancia resulta el hecho de que la visión tenga que ser comunicada con el espíritu del mayor respeto posible, tanto ante lo representado como ante los materiales con los que será elaborado. Su meta suprema consiste en reproducir la intensidad de una emoción con medios visuales. Imágenes compuestas con tanto refinamiento, que en un nivel resulta una penetrante sociología y, en otro, un cuadro generalizador de los valores vitales básicos y de las cosas que los amenazan. Sus imágenes son cuidadosas aproximaciones a problemáticas sociales. La cuerda floja entre la proximidad y la distancia es una condición de su trabajo; una condición previa para darle un nuevo significado a lo aparentemente íntimo y a las percepciones cotidianas.
Con su personal elección de los temas, parece buscar siempre lo difícil, el desafío. Mostrar una realidad, quitarte el velo de misterio. Intenta hacer visible la fugacidad de un encuentro al que todos llegamos. Así, declarará que trata de mostrar el paso de la vida a la muerte con naturalidad, mostrar ese mismo instante, captarlo con su cámara. En la visión del otro, en nuestra visión como observadores; en su fotografía, los seres humanos, los medicamentos pueblan un escenario que a veces tienen algo de teatral, temas recurrentes en su trabajo, refuerzan la impresión del misterio que representa la muerte. El mundo como perspectiva, como mirada de través, como reflejo. Sus fotografías arrojan dudas en lo referente a la oposición entre accesibilidad o no accesibilidad a la medicación, una medicación que evitaría el lamentable final. La mezcla de las conceptualizaciones tradicionales hace posible una comunicación entre opuestos que finalmente se resuelve en sí misma, la muerte. Dejo a sus personajes un derecho sobre su propia apariencia; los coloca en la luz correcta y los deja lucir su propio sentido mientras expone la complejidad del rasgo característico de cada una de ellos, la marca de la enfermedad. Ello le lleva a la esencia de lo que quiere mostrar a través del filtro de la mirada propia, descubridora, y conduce al observador para ver lo conocido como nuevo y como otro.
Rafael Díaz trabaja con composiciones claras, con estructuras y conceptos inequívocos. No debemos dejarnos seducir tan sólo por el hechizo del primer plano, pues por detrás, se oculta un segundo plano y luego siguen otros más. Una obra que está enmarcada por la honradez, la delicadeza y el respeto ante los temas representados. Utiliza numerosos materiales y aplica todos estos materiales a “escenarios” o a “historias”. Cuanto más tiempo lleve con su trabajo, más difícil resultará distinguir su selección creadora de la cotidianeidad; los objetos y las experiencias de ésta, de la fantasía, del recuerdo, la cultura y la historia. La lucha de los muchos elementos en su obra no tiene vencedor ni perdedor, pues se ocupa, al mismo tiempo, de cada uno de ellos. Y así crea como fin último un proyecto global que abarca la historia entera del arte; y este proyecto remite enérgicamente de un lado a las corrientes de la vanguardia y, del otro, al arte clásico, el retrato.
La vida sin descanso y su ansia indomable de experimentación se perciben en su trabajo, la obra es, en su complejidad, una exploración no sólo de la mostrabilidad de la realidad, sino también de su perceptibilidad. El momento narrativo resulta por tanto no sólo de lo que nosotros somos capaces de reconocer en las imágenes o sobre ellas, sino de la forma específica en que ellas constituyen el sentido de la vista para el observador. Mezcla la estructura habitual de la realidad que se percibe, tanto para desorientar al observador como también para imponerle la confrontación de la cuestión esencial de otra disposición de la constelación correspondiente. De esa manera, ofrece, la posibilidad de otra forma de observación del mundo que nos rodea. La medicina, la accesibilidad a ella, la vida, la muerte se extienden como un leit motivpor todo su trabajo creativo. La obra que presenta al concurso forma parte de todo el proceso descrito, se trata de un retrato no retrato, reconocemos al hombre, pero no lo identificamos, porque su misma sombra le ha robado su propia identidad en clara referencia al anonimato de todas aquellas personas que no tienen acceso a los antirretrovirales.
Jesús M. Castaño
En el trabajo de Rafael Díaz, intachable defensor de la fuerza comunicativa de la fotografía, el arte, la ciencia y el devenir del hombre se entrelazan de forma inextricable. En el punto culminante del dramatismo que plantea una problemática social actual como es la no accesibilidad a los tratamientos antirretrovirales en las personas con VIH/SIDA, plasma el encuentro de la enfermedad y el paso del hombre a través de ella, de modo que los atributos de una van al encuentro de los del otro hasta llegar a asociarse entre sí. Pretende dar testimonio del mundo de una forma honesta y sutil, sin renunciar a un cierto distanciamiento. El drama adopta rasgos de la regularidad humana, de la brutalidad política y de la artificialidad. También resulta al mismo tiempo sagrado y profano. Sin pasar por alto los pequeños detalles, crea un mensaje: en este mundo ambiguo, los hechos logrados de forma artificiosa funcionan como realidades naturales, la falta de accesibilidad a los medicamentos es una realidad viva en partes de un mudo que llamamos global. Acceso que mejoraría la condición humana, la enfermedad. Sus historias serán contadas como por un silencioso observador de paso, fugaz, efímero, historias que reflejan su estado interior, sus sentimientos, sus experiencias emocionales como médico especialista en VIH/SIDA. La aparente ligereza y sencillez de las equilibradas composiciones se alcanzan mediante una mezcla bien calculada de distintos elementos. Para Rafael Díaz el arte representa una correspondencia simbólica de la capacidad humana más profunda y más marcada: casi de igual importancia resulta el hecho de que la visión tenga que ser comunicada con el espíritu del mayor respeto posible, tanto ante lo representado como ante los materiales con los que será elaborado. Su meta suprema consiste en reproducir la intensidad de una emoción con medios visuales. Imágenes compuestas con tanto refinamiento, que en un nivel resulta una penetrante sociología y, en otro, un cuadro generalizador de los valores vitales básicos y de las cosas que los amenazan. Sus imágenes son cuidadosas aproximaciones a problemáticas sociales. La cuerda floja entre la proximidad y la distancia es una condición de su trabajo; una condición previa para darle un nuevo significado a lo aparentemente íntimo y a las percepciones cotidianas.
Con su personal elección de los temas, parece buscar siempre lo difícil, el desafío. Mostrar una realidad, quitarte el velo de misterio. Intenta hacer visible la fugacidad de un encuentro al que todos llegamos. Así, declarará que trata de mostrar el paso de la vida a la muerte con naturalidad, mostrar ese mismo instante, captarlo con su cámara. En la visión del otro, en nuestra visión como observadores; en su fotografía, los seres humanos, los medicamentos pueblan un escenario que a veces tienen algo de teatral, temas recurrentes en su trabajo, refuerzan la impresión del misterio que representa la muerte. El mundo como perspectiva, como mirada de través, como reflejo. Sus fotografías arrojan dudas en lo referente a la oposición entre accesibilidad o no accesibilidad a la medicación, una medicación que evitaría el lamentable final. La mezcla de las conceptualizaciones tradicionales hace posible una comunicación entre opuestos que finalmente se resuelve en sí misma, la muerte. Dejo a sus personajes un derecho sobre su propia apariencia; los coloca en la luz correcta y los deja lucir su propio sentido mientras expone la complejidad del rasgo característico de cada una de ellos, la marca de la enfermedad. Ello le lleva a la esencia de lo que quiere mostrar a través del filtro de la mirada propia, descubridora, y conduce al observador para ver lo conocido como nuevo y como otro.
Rafael Díaz trabaja con composiciones claras, con estructuras y conceptos inequívocos. No debemos dejarnos seducir tan sólo por el hechizo del primer plano, pues por detrás, se oculta un segundo plano y luego siguen otros más. Una obra que está enmarcada por la honradez, la delicadeza y el respeto ante los temas representados. Utiliza numerosos materiales y aplica todos estos materiales a “escenarios” o a “historias”. Cuanto más tiempo lleve con su trabajo, más difícil resultará distinguir su selección creadora de la cotidianeidad; los objetos y las experiencias de ésta, de la fantasía, del recuerdo, la cultura y la historia. La lucha de los muchos elementos en su obra no tiene vencedor ni perdedor, pues se ocupa, al mismo tiempo, de cada uno de ellos. Y así crea como fin último un proyecto global que abarca la historia entera del arte; y este proyecto remite enérgicamente de un lado a las corrientes de la vanguardia y, del otro, al arte clásico, el retrato.
La vida sin descanso y su ansia indomable de experimentación se perciben en su trabajo, la obra es, en su complejidad, una exploración no sólo de la mostrabilidad de la realidad, sino también de su perceptibilidad. El momento narrativo resulta por tanto no sólo de lo que nosotros somos capaces de reconocer en las imágenes o sobre ellas, sino de la forma específica en que ellas constituyen el sentido de la vista para el observador. Mezcla la estructura habitual de la realidad que se percibe, tanto para desorientar al observador como también para imponerle la confrontación de la cuestión esencial de otra disposición de la constelación correspondiente. De esa manera, ofrece, la posibilidad de otra forma de observación del mundo que nos rodea. La medicina, la accesibilidad a ella, la vida, la muerte se extienden como un leit motivpor todo su trabajo creativo. La obra que presenta al concurso forma parte de todo el proceso descrito, se trata de un retrato no retrato, reconocemos al hombre, pero no lo identificamos, porque su misma sombra le ha robado su propia identidad en clara referencia al anonimato de todas aquellas personas que no tienen acceso a los antirretrovirales.
Jesús M. Castaño
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