SERIE PLUS: ANTIRRETROVIRALES
En el trabajo de Rafael Díaz, intachable defensor de la fuerza comunicativa de la fotografía, el arte, la ciencia y el devenir del hombre se entrelazan de forma inextricable. En el punto culminante del dramatismo que plantea una problemática social actual como es la no accesibilidad a los tratamientos antirretrovirales en las personas con VIH/SIDA, plasma el encuentro de la enfermedad y el paso del hombre a través de ella, de modo que los atributos de una van al encuentro de los del otro hasta llegar a asociarse entre sí. Pretende dar testimonio del mundo de una forma honesta y sutil, sin renunciar a un cierto distanciamiento. El drama adopta rasgos de la regularidad humana, de la brutalidad política y de la artificialidad. También resulta al mismo tiempo sagrado y profano. Sin pasar por alto los pequeños detalles, crea un mensaje: en este mundo ambiguo, los hechos logrados de forma artificiosa funcionan como realidades naturales, la falta de accesibilidad a los medicamentos es una realidad viva en partes de un mudo que llamamos global. Acceso que mejoraría la condición humana, la enfermedad. Sus historias serán contadas como por un silencioso observador de paso, fugaz, efímero, historias que reflejan su estado interior, sus sentimientos, sus experiencias emocionales como médico especialista en VIH/SIDA. La aparente ligereza y sencillez de las equilibradas composiciones se alcanzan mediante una mezcla bien calculada de distintos elementos. Para Rafael Díaz el arte representa una correspondencia simbólica de la capacidad humana más profunda y más marcada: casi de igual importancia resulta el hecho de que la visión tenga que ser comunicada con el espíritu del mayor respeto posible, tanto ante lo representado como ante los materiales con los que será elaborado. Su meta suprema consiste en reproducir la intensidad de una emoción con medios visuales. Imágenes compuestas con tanto refinamiento, que en un nivel resulta una penetrante sociología y, en otro, un cuadro generalizador de los valores vitales básicos y de las cosas que los amenazan. Sus imágenes son cuidadosas aproximaciones a problemáticas sociales. La cuerda floja entre la proximidad y la distancia es una condición de su trabajo; una condición previa para darle un nuevo significado a lo aparentemente íntimo y a las percepciones cotidianas.
Con su personal elección de los temas, parece buscar siempre lo difícil, el desafío. Mostrar una realidad, quitarte el velo de misterio. Intenta hacer visible la fugacidad de un encuentro al que todos llegamos. Así, declarará que trata de mostrar el paso de la vida a la muerte con naturalidad, mostrar ese mismo instante, captarlo con su cámara. En la visión del otro, en nuestra visión como observadores; en su fotografía, los seres humanos, los medicamentos pueblan un escenario que a veces tienen algo de teatral, temas recurrentes en su trabajo, refuerzan la impresión del misterio que representa la muerte. El mundo como perspectiva, como mirada de través, como reflejo. Sus fotografías arrojan dudas en lo referente a la oposición entre accesibilidad o no accesibilidad a la medicación, una medicación que evitaría el lamentable final. La mezcla de las conceptualizaciones tradicionales hace posible una comunicación entre opuestos que finalmente se resuelve en sí misma, la muerte. Dejo a sus personajes un derecho sobre su propia apariencia; los coloca en la luz correcta y los deja lucir su propio sentido mientras expone la complejidad del rasgo característico de cada una de ellos, la marca de la enfermedad. Ello le lleva a la esencia de lo que quiere mostrar a través del filtro de la mirada propia, descubridora, y conduce al observador para ver lo conocido como nuevo y como otro.
Rafael Díaz trabaja con composiciones claras, con estructuras y conceptos inequívocos. No debemos dejarnos seducir tan sólo por el hechizo del primer plano, pues por detrás, se oculta un segundo plano y luego siguen otros más. Una obra que está enmarcada por la honradez, la delicadeza y el respeto ante los temas representados. Utiliza numerosos materiales y aplica todos estos materiales a “escenarios” o a “historias”. Cuanto más tiempo lleve con su trabajo, más difícil resultará distinguir su selección creadora de la cotidianeidad; los objetos y las experiencias de ésta, de la fantasía, del recuerdo, la cultura y la historia. La lucha de los muchos elementos en su obra no tiene vencedor ni perdedor, pues se ocupa, al mismo tiempo, de cada uno de ellos. Y así crea como fin último un proyecto global que abarca la historia entera del arte; y este proyecto remite enérgicamente de un lado a las corrientes de la vanguardia y, del otro, al arte clásico, el retrato.
La vida sin descanso y su ansia indomable de experimentación se perciben en su trabajo, la obra es, en su complejidad, una exploración no sólo de la mostrabilidad de la realidad, sino también de su perceptibilidad. El momento narrativo resulta por tanto no sólo de lo que nosotros somos capaces de reconocer en las imágenes o sobre ellas, sino de la forma específica en que ellas constituyen el sentido de la vista para el observador. Mezcla la estructura habitual de la realidad que se percibe, tanto para desorientar al observador como también para imponerle la confrontación de la cuestión esencial de otra disposición de la constelación correspondiente. De esa manera, ofrece, la posibilidad de otra forma de observación del mundo que nos rodea. La medicina, la accesibilidad a ella, la vida, la muerte se extienden como un leit motivpor todo su trabajo creativo. La obra que presenta al concurso forma parte de todo el proceso descrito, se trata de un retrato no retrato, reconocemos al hombre, pero no lo identificamos, porque su misma sombra le ha robado su propia identidad en clara referencia al anonimato de todas aquellas personas que no tienen acceso a los antirretrovirales.
Jesús M. Castaño
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